sábado, 9 de julio de 2011

II.- Las redes y trampas del engaño

El pecado es muy destructivo y letal.  En realidad todo empieza dentro de nosotros mismos no hemos aprendido en verdad lo que significa “ya no vivo yo mas Cristo vive en mi” (Gal. 5:20) porque este conocimiento de la verdad no sirve… si sólo llega como un conocimiento “intelectual” a nuestras vidas. 
Vemos pues con mucha tristeza y dolor que nuestras vidas no son lo que debieran ser y lo que es peor aun, estamos más enredados que antes.  De pronto un día en nuestras vidas de creyentes ya hemos perdido todo tipo de sensibilidad sobre el pecado y hemos realizado solo una profesión de religiosidad y engaño con nosotros mismos; pero esto ha sucedido a lo largo de los años, no solo somos cristianos carnales sino que no nos duele como antes, ofender a Dios y vivir una vida de engaños y mentiras, en la cual no solo somos hipócritas sino que pecamos con avidez y compartimos con el mundo y la carne como si fueran nuestras hermanas y hermanos. 
La maldad que impera dentro de nuestro ser nos arrastra y dejamos que nos destruya de tal forma que ya no creemos en la palabra de Dios (la Biblia) y ésta pasa a un segundo plano en nuestras vidas de modo tal que ya no la respetamos ni creemos que sea la palabra de Dios real y constante para nuestro diario vivir. Nuestra vida de oración, si es que teníamos una, ha sido reemplazada por la pereza y la autocompasión y dureza de nuestro corazón.  El Diablo, ayudado por nuestra propia  naturaleza caída que no es otra cosa que la naturaleza misma del Diablo (“el pecado que mora en mi”) ha logrado su primer objetivo y es apartarnos y hacernos incrédulos a la verdad la cual como dijo Cristo nos hace libres. (Jn 8:32).  La palabra de Dios es la espada del Espíritu y sin la espada hemos perdido todo tipo de defensa real y ahora estamos a merced de un final y certero golpe de muerte ya que mucho antes de perder la espada del Espíritu hemos perdido el escudo de la fe, es pues un trabajo muy sutil y perverso el que se lleva a cabo poco a poco para destruir a un creyente.  Este es siempre el proceso por el cual somos arrastrados antes de apartarnos por completo de la vida de Dios. Literalmente somos desnudados de toda la armadura de Dios antes de ser lanzados nuevamente a nuestra propia merced en un mundo dominado por el Diablo y sus huestes.  Un cristiano que ha sido despojado del escudo de la fe y de la espada del espíritu es un cristiano prisionero de guerra por sus propias concupiscencias y pasiones y no solo eso sino también por su falta de sumisión y obediencia a Dios.  Pero todo esto ha ocurrido porque muy dentro de si mismo aun desea guiar su vida y vivir la vida cristiana según su comprensión intelectual y según sus fuerzas carnales, desconociendo que para vivir la vida cristiana primero se debe morir y luego entonces se puede andar en novedad de vida. 
El pecado reina de nuevo y arrastra al creyente a cometer toda clase de pecados tan deshonrosos que el mismo no lo cree; el “yo” pasa a tomar control de las cosas y es en ese punto donde el diablo con su astucia y sus engaños comienza a inducir al creyente a apartarse de la iglesia de forma tal que decide no ir más a la iglesia porque ya no siente lo mismo que antes sentía por el Señor y Su obra.  Este proceso se lleva a cabo lentamente, año tras año no es de inmediato, no estamos hablando aquí de las personas que hacen profesión de fe y luego a la semana siguiente se apartan; estamos hablando de creyentes nacidos de nuevo, hijos de Dios que han caído dominados por algún pecado específico en sus vidas el cual nunca pudieron vencer y han pervertido sus caminos como el hijo prodigo. 
Este proceso se lleva a cabo año tras año y durante este tiempo el creyente frecuenta de vez en cuando una iglesia cristiana y no se compromete con nada solo es un simple espectador y si un día tiene que hablar del Señor habla como un conocedor profundo de las cosas de Dios y critica a los hermanitos que al igual que él cuando recién conoció al Señor creen que son invencibles y que el pecado ya no es más un problema para ellos.  Este creyente es un pesimista muy grande y advierte a sus hermanos que no es tan fácil ser cristiano y en eso tiene razón ya que no han aprendido que no es en nuestras fuerzas que logramos vencer al pecado, al Diablo, la carne y el mundo.
tomado de Cristianismo Primitivo

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